
PEDRO ANDRADES
La subida de San Benito contaba con una impresionante sucesión de albarrás, difíciles de ver en ningún otro sitio salvo en pueblos excepcionales como, por ejemplo, Vejer, donde aplicaron soluciones menos agresivas (un pasamanos) para facilitar la movilidad de las personas mayores o con dificultades en situaciones similares. La nueva escalinata que se urbanizó en 2011 sigue siendo muy atractiva, pese a la lamentable pérdida. Con este ejemplo iniciamos la recuperación de imágenes que nos permitan hacernos una idea de cómo eran algunos rincones que se han perdido con el tiempo y que nos ayuden a hacer de Setenil un sitio más bonito todavía de lo que ya es. Y lo hacemos sin ninguna nostalgia del subdesarrollo en el que estaba sumido el pueblo.
Durante las últimas décadas los municipios andaluces han experimentado una afortunada transformación económica (unos más que otros) que se ha traducido, sobre todo, en una mejor dotación de infraestructuras y servicios sociales, pero que en muchos casos ha supuesto también una pérdida de identidad urbanística, especialmente como pueblos blancos. Es verdad que nosotros siempre contaremos con los tajos y ahí no nos gana nadie, pero algunos municipios que han preservado mejor su patrimonio popular, como el citado Vejer, Medina Sidonia o Castellar de la Frontera, le están sacando un enorme partido turístico a la recuperación de sus casas blancas, su suelo tradicional, sus macetas o a un sencillo embellecimiento y cuidado de sus calles de toda la vida. La belleza casi siempre se esconde en las cosas más sencillas y es, por supuesto, subjetiva, por lo que o pedimos sugerencias y un sano debate sobre cómo mejorar nuestro pueblo. En Setenil tenemos un ejemplo claro de que nada es irreversible: las Cuevas del Sol, que se ha convertido en una de las sensaciones turísticas de Andalucía, lució durante algún tiempo una baranda que felizmente sucumbió al sentido común.

