
ISABEL GUZMÁN CASTRO
Mi rincón favorito es el arroyo Alcalá, donde me he criado, donde di mis primeros pasos hasta la juventud, donde antes había casas llenas de vida y buena gente que trabajaba sus huertos, y estaba frecuentado por los vecinos que iban andando entre las dos poblaciones vecinas por este atajo. Ahora ya no es lo mismo. Ahora es un carril más conocido por la carrera de la 101 kilómetros de la Legión y por la promoción turística de Los Molinos que su ribera.
No es solo el camino de Setenil a Alcalá. Es el recuerdo de todos sus vecinos, que lo hacía tan especial. Saliendo de Los Caños al bajar te encontrabas con la primera casa: Oliva y su marido Antonio y su hija Juli, personas maravillosas donde los haya. Más adelante tenías otra parada: Brígida, qué arte tenía allí con sus hijos Ángel, Salvador y Antonia. Buenos amigos también. Seguías tu camino, y en la Molinilla había un hombresito pequeño de estatura pero con un corazón muy grande: Juan Solano, echado sobre su barra, te hablaba y te decía «niñaaaa, recójete una bicicleta o una moto». Todo un personaje. Ya casi a mitad de camino de mi casa estaban los padrinos Rafael el mellizo y María, personas que nunca olvidaré.
Mi casa estaba más o menos en la mitad del camino. Con mis hermanos de juegos y los vecinos de más arriba hacíamos nuestras fechorías en verano. Con Antonio y Mari, al caer el sol y, sabiendo que Pepe el ditero ya se había marchado al pueblo, aprovechábamos para darnos un buen baño. Qué buenos tiempos aquellos, donde después del tan deseado baño nos daba hambre y nos íbamos al primer huerto que encontramos. Fue una infancia bonita, de baños en el río, en las acequias. Más hacia arriba teníamos a nuestro vecino Paco Gavilán, un hombre de los de verdad, un tío con mucho arte y juerguista, al que daba gusto escucharlo cantar. Enfrente, Pepe y Fermina. En el molino, Cristóbal y Encarna. No sé qué se puede decir de ellos: los mejores. Casi al final, José Guerrero y Paca, con sus hijos Antonio Mari y David, Juan de las Gabrielas y Paca, y, al final del carril, Bastián el de las vacas, con Encarna y su hermano Manolo.



