ANA CALVENTE
Particularmente tengo muchos rincones favoritos en Setenil, pero el que me evoca los más tiernos y bonitos recuerdos es las Cuevas del Sol, especialmente el Bar Calvente. Son recuerdos, sensaciones, olores y sonidos que me retrotraen a la infancia, cuando llegaban las vacaciones y volvíamos un año más al pueblo de mis padres. La cara de alegría y satisfacción de mi padre en la puerta de su casa, cuando bajábamos de un Seat 124 rojo después de miles de kilómetros, cansados y acalorados, nunca podré olvidarla. Como no podré olvidar a los clientes del bar y a mis tíos, que salían a saludarnos y preguntarnos cómo habíamos hecho tan largo viaje.
Yo estaba deseando llegar a la cocina para comerme un helado de los que hacía mi abuela Dolores, el de coco era mi preferido, pero no me importaba coger el de limón, chocolate, naranja…, ¡todos estaban buenísimos! Por aquella cocina habrán desfilado la mayoría de los niños de esa generación. Eran helados hechos con la leche recién ordeñada transportada en unas tinajas, montadas sobre un burro, que me dejaba alucinada porque era impensable ver esa escena en Barcelona.
Y bajar al río… eso sí que era una aventura. En cuanto se descuidaban los mayores descendíamos las escaleras frente al bar y entrábamos en un mundo nuevo en el que sortear unas piedras para pasar al otro lado, intentar llegar a la cueva Román sin meter el pie en fango o pescar renacuajos que después devolvíamos de nuevo al agua, mientras escuchábamos a alguna que otra madre gritar el nombre de su hijo para que volviera a casa a comer.
No puedo dejar también de recordar aquellas noches sentadas en el banco, frente al bar, “al fresco”, escuchando historias del pasado contadas por mi madre y sus amigas, Paca la del piso, Rosario, Isabelina, mis tías Isabel, Dolores y Paca…
Este mítico bar familiar fue el rincón favorito de mi padre y por ende, el mío. Sea éste mi pequeño homenaje hacia él, uno de los mayores enamorados de Setenil.
Imagina Setenil 