
PEPA MORENO
Elegir un lugar en tu geografía humana es muy difícil. Me acuerdo del Bañuelo, cuando había peces y hierba y llevábamos los pipotes de agua para mi abuelo, Frasquito el pirulo. Los veranos, con mis primos y mi hermana recreando las olimpíadas, haciendo carreras en bici o intentando llegar de noche a la cueva debajo de las Cabrerizas, para ver si el perro gigante de las cadenas era verdad.
O los paseos por el camino de Pedro Pardo intentando llegar cada vez más lejos. Esa fuente. Ir hasta Juan Jerez a recoger almendras con mi prima Antonia ‘la ratona’, contando historias imposibles que pasaban allí. Bañarse en verano en la alberca, con ranas, verdín y mis hermanas. Aprender a nadar de la mano de Antonio, el manco del quiosco, después de acabar la escuela en verano. Construir una piscina natural con sacos de arena en el río Martín.
También las meriendas con mi madre y todas las madres de la Ventosilla: Catalina, Josefa la de Gumersindo, Dolores la de Luis, y todos nosotros sintiéndonos los más felices del mundo esas tardes de verano. Y los paseos con mi padre y sus perros, parando a hablar con Sebastián sobre las águilas en esos campos. Pura felicidad.
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No era con Antonio el del quiosco, si no con Juan, el marido de Isidora y padre de Juan Sebastián de la calle Alta. Saludos