
JULIO PARDILLO PORRAS
Para mí la calle de Las Herrerías es inspiradora de poesías. Desde pequeño recuerdo poder tocar las paredes enfrentadas con ambas manos. Es la calle muy estrecha, pero la más bonita de Andalucía. Las macetas de geranios y gitanillas colgadas de las ventanas, las chumberas en la roca, y la roca en el cielo. Se puede hacer poesía con levantar la cabeza y describir el entorno. Y para colmo «bésame en este rincón», cuántos besos se habrán retratado ya en esta calle, cuántas pasiones habrá levantado. No me digas que no tiene el encanto andalusí y la magia del pasado.
En la revista de 2010 de Los Blancos le dediqué esta «Saeta de Las Herrerías».
Una saeta cansada
salía de las Herrerías
recordando
su pasado judío,
calle de flores,
de cal y de piedra,
retorcida de arabescos,
chumberas colgadas,
luz y penumbra,
madrugada de faroles
rojos, mañana
de sombras claras.
Despierta a las pasiones,
atenta a los rumores,
desde las Herrerías
salía una saeta
que parecía herida,
cantando
a la Urna del Señor
camino del Sepulcro.
Una voz desgarrada
se colaba por las rendijas,
a la plaza de Andalucía
llegan sus estertores,
se caen los pétalos
de los geranios colorados,
mueren los claveles
en sus camas cerámicas,
se apagan los faroles.
El cielo enlutado
llora en millones
de estrellas
mientras de las Herrerías
salía una saeta
espinada de chumberas,
sangrando de flores,
pura de cal.
¡Que no ve!,
¡que no ve!,
no ve a Nuestro
Señor, nada más
que por un resquicio,
y del corazón le salía
una saeta de pena
en las Herrerías.
PEDRO ANDRADES
Es difícil saber si es más hermosa de día o de noche. Subiendo desde la casa cueva El Arrabal, alzando la vista a los pies de la abacería de El Rincón del Beso de Carmelita Domínguez, o bajando desde la Plaza. Esta calle cueva es sin duda una de las más espectaculares y singulares de Andalucía. Discurre bajo las entrañas de la muralla de la fortaleza y desemboca en la calle Mina, que debe su nombre a la coracha que sirvió de defensa al pueblo en época medieval. Y aparece ni más ni menos que en el famoso grabado del «Civitates Urbis Terraum» del siglo XVI. Una calle sin parangón. Debo confesar que es, también, mi rincón favorito de Setenil.








