
«Tengo un par de sitios aunque podría añadir muchos más. El primero sería el bar El Puente, en el que se comía muy bien, con mucho cariño por parte de Manolo y Filo, y donde solíamos tapear mis padres y yo con mi familia Luque. Y el otro sería la panadería de mi tío Rafael Corral y Carmen Peña, donde pasábamos muchos ratos con mis primas».
DIEGO PEÑA LUQUE
Administrador del grupo de Facebook «Setenil de las Bodegas»,
el más activo y veterano del pueblo
PEDRO ANDRADES
Si duda se trata de un espacio histórico: el Bar El Puente, un establecimiento que forma parte de nuestra memoria desde su apertura hace unos 70 años, y que está teniendo una afortunada segunda vida, que también marcará época, de la mano de Juanfran Anaya Pérez, que ha realizado una apuesta empresarial para convertir «La Dehesa de Setenil» en una referencia de calidad de nuestra hostelería, a la que ha sumado La Telera 1860 en asociación con La Tarara de Olvera.


El bar lo fundó Antonio Marín, el padre de Manolo, quien también llevaba en aquellos años ’50 la cantina del cine. «El Bar el Puente fue una referencia durante décadas», nos contó en su día Rafael Vargas, sobrino de Manolo Marín y Filo Villalón y actual alcalde de Setenil. «Sus tapas de callos, carne en salsa o lengua fueron famosas, pero lo mejor era sin duda su profesionalidad y bonhomía». Esa esquina con dos puertas a la calle Ronda y ventanas al animado río de antaño, era mostrador obligado en el itinerario de las Cuevas hacia el Bar Calvente, el Bar Zamudio o La Tasca, ya en los años 80. En aquella solo existían en el río este centenario puente (transformado tras la canalización del Guadalporcún), el de Triana (del siglo XVI) y el de Zamudio. «Había algunos clientes célebres, como el simpar Bartolo el de Mena, Antonio Sánchez el Retratista o Antonio Jurado», recuerda Vargas, que ha relatado en su blog algunas simpáticas anécdotas y dichos de Antonio Jurado que se popularizaron en el pueblo, como aquella historia de los gorriones que se comían las brevas de su higuera: untó pegamento a las ramas y al levantar el vuelo arrancaron el árbol de cuajo dejando un enorme hoyo… «Y si no lo creen, suban ustedes al campo y verán el agujero».
De las primeras tapas de cazón en amarillo que ponía hace siete décadas Catalina Ponce, la madre de Manolo, se ha pasado a la degustación de los ibéricos de la mejor calidad en esta abacería remozada con mucho gusto, y que no para de crecer. Donde antes se escuchaba de manera clandestina Radio Pirenaica (Antonio Marín sufrió siete años de cárcel en la dictadura), ahora se disfruta de una fabulosa terraza en el Guadalporcún.

