
PEDRO ANDRADES
Setenil fue una importante población musulmana en la Edad Media. Testigo de ese esplendor histórico es el Torreón nazarí del Homenaje (siglo XIII), un imponente monumento que arrastró durante cinco siglos las heridas arquitectónicas del terrible asedio militar de los Reyes Católicos, que ha relatado con maestría Sebastián Bermúdez Zamudio en su novela «Setenil 1484». Pero su uso no fue siempre el más honorable. Los setenileños del último siglo lo conocimos como un lugar de juegos y aventuras, donde «atarragábamos» para ver y coger calices, denominación de origen local de los hermosísimos y amenazados cernícalos. Durante muchos años, el Torreón fue la «cárcel» que sustituyó al calabozo que estaba situado en el actual bar «La Justicia«.
Una foto inédita del prestigioso historiador Juan Mata Carriazo, que podemos datar en 1950, nos acredita esa función que permanece en el recuerdo de los mayores, con un cartel muy visible que posteriormente desapareció. Sus ocupantes podían ser de lo más variopinto. No era extraño que Juanito el municipal metiera allí a críos traviesos y echra el cerrojo por unas horas. El último encarcelado fue José María Anaya, Chema, quien pasó alguna noche retenido por su valiente compromiso político, cuando la democracia todavía se resistía a llegar a nuestro pueblo. En ese mismo lugar se realizó como desagravio una memorable exposición dedicada a poetas “malditos” como Machado, Lorca o Miguel Hernández. En 2013 concluyó su necesaria restauración y, por fortuna, hoy luce majestuosa y con un mayor provecho social y cultural.



