España ha puesto fin a casi dos décadas de presencia en Afganistán, la mayor operación militar en el exterior de nuestro Ejército. Hasta 27.100 militares han participado en el despliegue, en el que han perdido la vida 102 hombres y mujeres. Allí estuvo el teniente coronel José Camacho Fernández (hijo del setenileño emigrado Pedro Camacho), que retrató el día a día de aquella generación de militares que se jugaron el pellejo en las áridas tierras de Afganistán. De aquella experiencia, de la convivencia durante siete meses en 2011 en la base norteamericana de Camp Stone (cerca de Herat) con personas procedentes de lugares dispares, nació la exposición fotográfica “A.N.A. y nosotros, una historia de soldados».
Organizada por la Hermandad de la Vera+Cruz con la colaboración del Ayuntamiento, esta muestra se puede ver hasta el 15 de noviembre en la Torre del Homenaje, el monumento local de más solera, que Los Blancos han convertido en el mejor bastión cultural de Setenil gracias a su apuesta por exposiciones de calidad, cargadas de contenido y vinculadas a nuestro pueblo. Son 42 imágenes que recogen escenas cotidianas de la vida de estos militares a los que encomendaron contribuir a la reconstrucción del país y la difícil formación de Ejército local. Todas las fotos se pueden ver en este artículo recopilatorio con comentarios personalizados del autor, para que podamos disfrutar con más detalle de su calidad y reflexionar sobre este hecho histórico, escrutando la mirada de sus protagonistas en esos retratos limpios, profundos, en los que José Camacho personaliza, con naturalidad y sin aspavientos, la experiencia militar más exigente de la historia reciente de España. José Camacho ha querido que esta excelente muestra inicie su camino en Andalucía en el pueblo de su padre, que les transmitió ese cariño hacia sus orígenes, el mismo que el propio militar nos demuestra brindando esta oportunidad a Setenil. A José Camacho lo podemos ver en la primera de las imágenes que abre la serie.
«Reflejo en el retrovisor. Retrato doble hecho en el espejo retrovisor del RG-31, nuestro “Caballo de Batalla”. A la derecha de la imagen, José Camacho. «Con este trabajo quiero rendir un homenaje a todos aquellos que han servido y sirven a España fuera de nuestras fronteras, en tierras lejanas, y sobre todo a mis compañeros, españoles y afganos que un día servimos en el 5º kandak de la 3ª Brigada del 207 Cuerpo de ejército Afgano».«Miradas. El joven de 19 años que está en primer plano es Ahmad, trabajaba a nuestro servicio como intérprete de español; persona inteligente y despierta, aprendió el idioma por contacto con los soldados españoles cuando trabajaba como pinche de cocina en la Base de Qala-e-Now, provincia de Badghis. Le encantaban las películas españolas, sobre todo las de Torrente, del cual era un gran admirador. Poco a poco, a pesar de las profundas diferencias que separaban nuestras culturas, con paciencia y sobre todo demostrado un profundo respeto por sus costumbres y creencias, nos fuimos integrando con nuestros nuevos compañeros, ganándonos su confianza, de tal modo que siete meses después, cuando llegó el ansiado momento de retornar a nuestra querida y añorada patria, algunas despedidas fueron realmente emotivas..«La historia empieza en marzo del 2011, cuando 30 hombres y mujeres pertenecientes a la Brigada de Infantería Canarias XVI, componentes de una OMLT logística, después de meses de adiestramiento y preparación, pisamos tierra Afgana, concretamente la base norteamericana de Camp Stone, cerca de la ciudad de Herat. Esta base y las de Camp-Zafar, la Ring-Road, Camp Arena y posteriormente Qala e Now fueron el escenario geográfico donde se desarrollaba gran parte de nuestra misión. Esta consistía ser mentores y adiestrar a los miembros del kandak logístico de la 3ª Brigada del 207 Cuerpo de Ejército Afgano, y conseguir que estos alcanzasen el nivel de preparación necesario para actuar de modo autónomo».«Los reclutas (1). Cada dos meses aproximadamente solían aparecer paisanos que voluntariamente se enrolaban en el ANA. Hasta que se les proveía del uniforme y terminaban los trámites burocráticos, tenían que aguantar largos ratos bajo el duro sol y de cuclillas». El nuevo ejército afgano se componía de una amalgama de personas de diferentes etnias –existía jerarquía étnica- y diferentes procedencias militares. Así pues, dentro de una misma Unidad había mandos formados en Academias Militares rusas, mezclados con antiguos guerreros muyahidines que en otro tiempo fueron acérrimos enemigos. Además la alfabetización de la tropa y algunos suboficiales solo alcanzaba el 15%.«Los reclutas (2).
A la tercera semana de instrucción, los reclutas ya eran capaces de desfilar en orden cerrado al estilo soviético».«El enfermo. El compañerismo existía en el ANA, con bastante falta de medios e instalaciones. Cuando alguien caía herido o enfermo, siempre había un compañero que lo auxiliaba.
En este caso el soldado enfermo padecía una seria disentería».«El cantinero.
Como todo lugar que se precie, el Kandak tenía una cantina, más bien un kiosco, donde se podían adquirir refrescos y chucherías.
El cantinero era una persona muy solicita y amable, un día al no encontrarlo en su puesto de trabajo, preguntamos por él, nos dijeron que había desertado. Nunca más lo volvimos a ver».El peluquero Afgano. Uno de los soldados del Kandak ejercía la labor de peluquero. Desempeñaba su cometido en un contenedor precariamente habilitado para ello. Su destreza en el oficio se adquiría sobre la marcha y era directamente proporcional al número de cabezas que pasaban por sus manos.«El peluquero español. De manera muy similar a nuestros pupilos, uno de los nuestros ejercía la labor de peluquero. Sus medios no eran mejores que su colega afgano, la destreza en el oficio era adquirida de igual manera. La peluquería de circunstancias se montaba en los servicios».«El ANA y nosotros, como con cierta ironía he titulado la exposición, es simplemente una sucesión gráfica de historias de soldados procedentes de mundos muy diferentes, pero que por un espacio de tiempo, han trabajado y convivido estrechamente, con lo que inevitablemente se crean diferentes vínculos y paralelismos.».«Pelador de patatas
Este hombre, trabajador civil en la cocina de Camp Zafar, junto a un compañero, se pasaba gran parte de su jornada de trabajo pelando patatas, no había máquinas, pero decían que tampoco las necesitaban, las patatas peladas a mano saben mejor”.«Recogiendo vainas. Después de un ejercicio de tiro real es necesario recoger las vainas para su posterior reciclaje».«El furriel. Tradicionalmente el furriel es el cabo o soldado encargado de los efectos y material de una compañía, es hombre de confianza de su Capitán.
En este caso, por escasez de almacenes, vemos mezclados calzado, efectos personales y armamento».«El Sargento Amín. Como la mayoría de los soldados afganos el Sargento Amin de etnia Hazara (descendientes de los mongoles), era muy religioso y sabía leer y escribir; lo podíamos observar casi todos los días leyendo el Corán en el lugar que para ello se tiene habilitado en los dormitorios del Kandak.
Ya que era soltero, el Capitán Abdul, su jefe, con frecuencia le decía que fuese a cierto barrio de Herat y buscase una mujer de su etnia; sin ánimo de ofender le pregunté a Abdul que si no podía ser una mujer Tayika o Pastún. Esta pregunta puso de muy mal genio al Capitán, ya que a los Hazara se les considera una raza inferior y sería una ofensa esa relación»«Basir. Era un intérprete afgano de raza Hazara (considerada por las demás como inferior) a nuestro servicio; aunque no hablaba español, tenía bastante soltura con el inglés.
Era un hombre reservado, un poco taimado, a veces con mal humor, no se llevaba bien con los demás intérpretes, quizá porque eran de etnia Pastún y Tayika.
Un día no asistió al trabajo y nunca supimos más de él».«Ángeles de la guarda
Aun estando en el interior de una Base de la coalición, no estábamos totalmente exentos de amenazas de sufrir atentados por parte de personal incontrolado o infiltrado en las filas de nuestros aliados. Así pues mientras unos desarrollábamos la labor de mentores, otros compañeros nos daban seguridad y protección».«Asiento incómodo.
Me llamó la atención este joven y su manera de estar sentado. Para nosotros no resultaría nada cómodo.
El soldado uniformado que está al fondo se tapa la nariz en señal de repulsa, no todos estaban de acuerdo con nuestra presencia allí».
«Soldado con pájaro.
En algunos ejércitos los soldados suelen tener algún animal que a la larga acaba siendo la mascota de la Unidad.
El soldado afgano exhibe orgulloso el pájaro que ha domesticado. No supimos a ciencia cierta qué clase de ave era».«Joven con cebollas. Pinche de la cocina de Camp Zafar encargado de pelar cebollas.
Me llamó la atención su juventud (normalmente el personal de la cocina era bastante mayor), la posición que adoptó para hacer su trabajo y sobre todo su triste mirada».«El tirador. Retrato del tirador del RG 31 hecho a través de la escotilla superior del vehículo».«El pensador. A lo largo de la jornada hay momentos de quietud para poder reflexionar.
Al fondo un RG 31 en el entorno de Camp Zafar (campamento Afgano)».«Vuelo a Zona de Operaciones.
Después de tres días de viaje sin apenas dormir desde Las Palmas de G.C. vía Madrid, Estambul y Dushanbe, por fin desde esta última ciudad volamos a zona de operaciones rumbo al aeropuerto de Herat, a pesar de la natural excitación, el cansancio acumulado de las jornadas anteriores empieza a hacer mella en todos nosotros.
La fotografía por falta de ángulo, está hecha en tres tomas luego unidas».«Interiores. Interior del dormitorio del Kandak. En primer plano un soldado español, que por motivos de seguridad custodia la entrada.
Este edificio, además de las oficinas de las Compañías, era el dormitorio de algunos Oficiales y Suboficiales y por supuesto el de la tropa, llegando a albergar unos 400 hombres».«Zafarrancho. En la foto vemos un soldado de servicio de limpieza en el edificio del Kandak».
Los medios de limpieza para el saneamiento de los edificios y locales eran bastante escasos, normalmente no se disponía de detergente ni de escobas, las fregonas no existían.
La limpieza solía efectuarse sólo con agua, “rastrillando” el suelo con un utensilio parecido al que usamos para limpiar los parabrisas de los coches».«Retrato de Pastún.
Retrato de un soldado de etnia Pastún en Camp Zafar. Al fondo un soldado español.
Este soldado estuvo enfermo, al recuperarse, abandono el campamento sin permiso y a los dos meses regresó sin ser por ello sancionado duramente.
Los mandos eran benevolentes con estas situaciones y normalmente esto no era considerado una deserción, más bien una ausencia injustificada. Dado que los permisos oficiales eran escasos, muchos soldados, para ver a sus familias, optaban por tomárselos por su cuenta. Solían regresar cuando habían consumido la última paga».«La patrulla motorizada
Soldados del Kandak de infantería de la 3a Brigada del 207 Cuerpo de Ejército Afgano, se disponen a salir de misión partiendo de Camp Zafar con dirección a Qala-e-Now.
Nótese que aunque hay uniformidad en el armamento (fusiles M-16 americanos), el casco que portan es de origen rumano».«Tres Capitanes. Sentados en un viejo sofá, esperando resolver un trámite burocrático se encuentran tres Capitanes. A la derecha de la imagen, con barba, está el Capitán Abdul, hombre serio, justo y respetado por sus hombres; veterano soldado muyahidin que había luchado largo tiempo contra las tropas rusas. Solía preguntar con un poco de sorna: ¿cuántos días seguidos has estado sin comer ni beber?, ¿y sin dormir? Y a continuación relataba una cruda vivencia de la guerra no exenta de dramatismo, privaciones y sacrificio. Se emocionaba especialmente cuando contaba como los rusos en una emboscada mataron a su caballo, compañero fiel que en alguna ocasión le había salvado la vida». «Trío de amigos. Retrato de tres amigos, dos Pastunes y un Tayiko, hecho durante una clase teórica de primeros auxilios. Normalmente el personal en estas clases, ponía interés y procuraban aprender».«El arroz nunca falta.
La comida en el campamento afgano era siempre la misma, la base de la alimentación se basaba el arroz.
El menú diario consistía en un buen plato de arroz con un poco de carne, garbanzos pequeños con algo parecido a las acelgas y una especie de yogurt natural acido con grumos; a veces algo de fruta.
Hay que decir que el punto de cocción que le daban al arroz era inmejorable».«El guardián del kandak (1).
Como servicio de vigilancia, custodiando las puertas del edificio del Kandak, se colocaba un hombre armado.
En la foto, vemos un soldado Hazara perfectamente equipado con equipo y armamento de procedencia americana».«El guardián del kandak (2).
De manera más relajada y cómoda que su compañero, este soldado Tayiko, desempeña su cometido como vigilante del Kandak, en el casco de origen rumano lleva adherido una especie de distintivo».«El Mulá. Al servicio de cada Kandak había un Mulá (sacerdote) y algunos acólitos.
El Mulá como hombre religioso, era respetado por todos y dentro del dormitorio tenía un sitio especial y reservado. En su habitación nunca faltaban los útiles para elaborar el té, con el que obsequiaba a sus invitados y amigos».«El jugador de parchís. Esa noche se había decretado alerta máxima. Recibimos la noticia de que un suicida armado con un cinturón de explosivos había burlado los controles de la Base y se disponía a cometer un atentado.
Mientras unos patrullaron toda la noche intentando localizar al terrorista, otros permanecieron alerta cerca de los dormitorios con las armas lo más a mano posible.
El terrorista no fue localizado».«Paella nocturna. De vez en cuando, aprovechado un día de descanso, a veces por la noche, nos reuníamos y de manera distendida degustábamos el plato nacional por excelencia que nuestros improvisados cocineros elaboraban con esmero: la paella.
A este evento se sumaban algunos compañeros de otros países, sobre todo los estadounidenses e italianos».«La “chica” de la Sección de personal. A nuestra compañera se le asigno la misión de mentorizar a los componentes de la sección de personal del Kandak. El cometido no era nada fácil, ya que además de las dificultades que de por si tenía toda misión, había que añadir la de ser mujer en un entorno desfavorable.
Para satisfacción y asombro de todos, con su tesón, esfuerzo y dedicación, consiguió su objetivo y se ganó sobradamente la admiración y el respeto de propios y extraños».«A mal tiempo buena cara. Recuerdo que había un rasgo muy significativo en este soldado: era raro no verlo de buen humor y con una sonrisa franca y contagiosa en el rostro. Esto siempre elevaba la moral de los que estaban a su vera».«Vamos de paseo. Retrato doble en el interior del RG-31, con el personal dispuesto a salir de misión.
Normalmente muchos tramos de la misión transcurrían por la famosa, peligrosa y fatídica Ring Road. Allí se produjeron muchos atentados».
El conductor del “Caballo de Batalla”. A fuerza de realizar misiones (a veces más de una al día), nuestros conductores habían adquirido gran destreza en su manejo, y dominaban perfectamente los RG 31.
Con su blindaje, este vehículo ofrecía gran protección ante las amenazas de atentado con explosivos, pero dado su peso y altura, si se efectuaba una maniobra brusca o incontrolada por terreno accidentado, se corría el riego de volcar. Esto lo teníamos todos muy presente, especialmente los que llevaban las riendas del Caballo de Batalla».
«Reflejo en gafas de sol.
Vista de Camp Zafar a través del reflejo en unas gafas de sol».«Izado de Bandera en Camp Stone. En el patio de armas de la Base Estadounidense de Camp Stone ondeaban de forma permanente las banderas de todos los países de la coalición. Estas permanecían siempre izadas, sólo ondeaba a media asta la Bandera de aquel país que esa semana había tenido alguna baja. Era frecuente que hubiese una o varias banderas en esta posición. En la inscripción que figura al pie del monumento a los caídos figura un juego de palabras en inglés: “All gave some. Some gave all” (“Todos dieron algo. Algunos lo dieron todo”). Nuestra Bandera también estuvo de luto. «La vieja Bandera de Camp Zafar. Vieja, sucia, polvorienta, dehilachada, raida y destrozada por el viento tras meses de ondear airosa en el campamento Afgano de Camp Zafar, había cumplido su misión y tuvimos que cambiarla. Para nosotros tenía mucho más valor si cabe que la nueva y flamante bandera que la reemplazaba. Tuvimos que echar a suertes para ver quien se la quedaba».