UN DEFENSOR DE LOS JORNALEROS EN EL EXILIO. Francisco Pérez Reina era miembro activo de la UGT y guardia republicano, muy estimado por los jornaleros por su espíritu reivindicativo en aquellos años de condiciones tan duras para el trabajo en el campo. Tuvo que huir y estuvo en la Desbandá de la carretera Málaga-Almería con seis hijos pequeños, la mayor de 14 años (Maruja Pérez González). En Valencia falleció su esposa y decidió irse a Portugal. Sus hijos volvieron al pueblo en burro, con la ayuda del padre de Juan Carrasco, y su cuidado quedó en manos de los familiares que permanecían en Setenil. Vivió en Portugal hasta los años ’60 y cuando pudo regresar a Setenil ya arrastraba un importante problema de salud. En Setenil se el recordará sobreviviendo con su carrito de afilador. Francisco Pérez Reina fue secretario de la Sociedad de Trabajadores de la Tierra “El Porvenir del Obrero” y su firma aparece en la carta que dirigió, el 1 de diciembre de 1935, esta agrupación de Setenil a Francisco Largo Caballero por su liberación. El histórico dirigente socialista llegó a ser presidente español en septiembre de 1936, pero antes fue encarcelado durante 13 meses por alentar la “huelga general revolucionaria”. Foto cedida por ANTONIA VARGAS.Miguel Bermúdez.José Ramos González, junto a Tobalito y Maruja Andrades, exiliados en Pau, estuvieron en la Huída de Málaga. Foto cedida por MARÍA JOSÉ GARCÍA RAMOS.José Andrades Domínguez (mi abuelo paterno), en el centro de la imagen. Formaba parte del Comité de Defensa en Setenil. Huyó por la carretera de Málaga. Tras quedarse aislado en Valencia durante la Guerra Civil (esta imagen corresponde a ese momento) regresó a Setenil, donde fue apresado. Su paso por la cárcel del Puerto de Santa María y Dos Hermanas le costó la vida. Murió de «tuberculosis» a los 32 años. Era pescadero.
En la imagen superior, María Camacho y Pedro Moreno. A la derecha, una carta con sello de la Cruz Roja dirigida por María Camacho en diciembre de 1937 a su madre, Ana Mingoya, que se quedó en Setenil junto a parte de la familia. Tiene remite de salida en Huércal-Overa (Almería). Tardó la friolera de cuatro meses en obtener respuesta, toda una eternidad en ese período dominado por la barbarie. Una de tantas familias rotas por la Guerra Civil. Sabemos de otros vecinos como José Ramos, que acabó en el exilio en Pau, mi abuelo José Andrades y su hermano Tobalito, Francisco Pérez Reina, miembro activo de la UGT, que sufrió la huída por esta carretera de la muerte con seis hijos pequeños, la mayor de 14 años (Maruja Pérez González), o la familia de Miguel Bermúdez, de Manuel Benítez, Juan Morilla o Julio Pardillo, cuyos comentarios podéis leer a continuación. Solo algunos de los muchos que penaron en ese terrible camino.
Recuerdo vagamente que cuando tenía 11 años un maestro nos encargó que habláramos con nuestros abuelos de la Guerra Civil. A mi abuelo Rafael Parras casi le da un pasmo. Mi otro abuelo, José Andrades, ya había muerto de tuberculosis tras penar en la prisión del Puerto de Santa María. Mi abuela Serafina Moreno me relató una historia que yo no comprendía, de mucha gente andando por la carretera. Iban en La Desbandá, como tantos vecinos de Setenil cuyos nombres ignoramos y que fueron testigos y víctimas de ese infierno, un bombardeo indiscriminado contra la población civil.
El médico Norman Bethune dejó algunas imágenes que nos muestran rostros desconsolados y asustados en el camino. Siempre que miro estas fotos me parece adivinar alguna cara conocida, y pienso que el rostro de la guerra se parece siempre mucho. Antes, y ahora, aquí mismo, con interminables columnas de refugiados que huyen de la guerra en Siria ante el desprecio y el silencio de Europa.
P.D.: Animamos a los familiares que conozcan historias similares que las compartan en el blog y en el grupo de Facebook de «Imagina Setenil»
Dirigido por Miguel Ángel Hernández con la producción de «Quinta Planta» y la participación de Canal Sur, este documental relata este hecho histórico a partir del testimonio de supervivientes de aquella tragedia y con el hilo conductor de la vida del doctor canadiense Norman Bethune y su ayudante, Hazen Sise, que salvaron a muchos represaliados y tomaron las únicas imágenes conocidas de La Desbandá.
Entrevista de Jesús Vigorra a Luis Melero, autor del libro «La Desbandá», en la que relata la dramática huída por la carretera Málaga-Almería. Abajo, un reportaje de TVE sobre La Desbandá.
6 comentarios en “Setenileños en la «Desbandá» de Málaga, el «Guernica» andaluz”
Mi madre, ya fallecida, relataba las peripecias que pasó junto a mis abuelos paternos camino de Valencia, donde se encontraba mi padre haciendo los cursos de teniente en la Academia militar.
Salieron de Setenil andando por caminos y veredas poco transitadas, ya que por las carreteras pasaban los fascistas y ya sabemos lo que hacían esos «valientes». Llegaron hasta Alcira en la provincia de Valencia como pudieron. La mayor parte del recorrido lo hicieron andando. Volvieron a Alicante donde a mi padre lo metieron preso los «nacionales» en el castillo de Santa Bárbara y en Alicante nació mi hermana Aurelia. Mi padre perdió a dos hermanos en la guerra, Curro Morilla y Antonio Morilla y por más que buscaron mi abuela y mi madre nunca han sabido donde están enterrados.
Mi suegra, Ana Ruiz Pérez, relataba que su hermano y ella estuvieron perdidos durante varios días, y que fueron andando desde Ronda hasta Málaga. Vivieron de la caridad de la gente, que les daba algún mendrugo de pan. Ella solo tenía 5 años. Su hermano mayor alguno más. Su madre los encontró en la puerta de la catedral de Málaga, la alegría le produjo un desmayo. Su relato era estremecedor, recordaba los cadáveres hacinados en las cunetas de la carretera de El Burgo, y los constantes ametrallamientos de la aviación del ejército fascista. Queipo de Llano, el más sanguinario de cuantos generales tuvo Franco, se ensañó en esta tierra… El Pecho de la Plaza se llamó con el nombre de este verdugo hasta la democracia. ¿Qué pretendía con esta brutalidad ese personaje diabólico?, lograr que la población se atemorizara solo con escuchar su nombre, todo estaba permitido, y su acción fue fulminante, persiguió a todos los que tuvieron que ver con la democracia en Andalucía. Nada se escapó a los embistes de este asesino con sueldo. Mi abuelo (Julio Pardillo Oliveira) y dos de sus cuñados (Antonio y José Dorado Álvarez) sufrieron en Alcalá del Valle también esa virulencia descomunal, mi abuelo asesinado por un dedo mentiroso, su cuñado José torturado hasta la muerte. A Antonio Dorado, diputado en las cortes andaluzas, lo persiguieron hasta el hospital de Málaga y lo sacaron para fusilarlo. El pecado, proteger a las columnas de gente en las carreteras, donde fue herido. La consigna era aterrorizar, perseguir, eliminar, hundir, desmoralizar, demonizar cada obra del enemigo, ya fuesen ayudas humanitarias, educativas o médicas. Nadie podía ayudar al enemigo, aunque el enemigo fuese un niño de cinco años. Y todavía oigo con estupor la defensa del «todo vale en la guerra y el amor», pensando en que ese amor que les han enseñado debe ser parecido a una guerra. Los herederos de los supuestos vencedores de aquella guerra, que perdimos todos los españoles, todavía hablan con rencor enconado y me hace temer que el olvido de un pueblo haga repetir la historia.
Mi madre, ya fallecida, relataba las peripecias que pasó junto a mis abuelos paternos camino de Valencia, donde se encontraba mi padre haciendo los cursos de teniente en la Academia militar.
Salieron de Setenil andando por caminos y veredas poco transitadas, ya que por las carreteras pasaban los fascistas y ya sabemos lo que hacían esos «valientes». Llegaron hasta Alcira en la provincia de Valencia como pudieron. La mayor parte del recorrido lo hicieron andando. Volvieron a Alicante donde a mi padre lo metieron preso los «nacionales» en el castillo de Santa Bárbara y en Alicante nació mi hermana Aurelia. Mi padre perdió a dos hermanos en la guerra, Curro Morilla y Antonio Morilla y por más que buscaron mi abuela y mi madre nunca han sabido donde están enterrados.
Gracias por tu comentario, Juan. Una historia impresionante. Ojalá algún día sepáis toda la verdad. Un abrazo desde Setenil.
Mi suegra, Ana Ruiz Pérez, relataba que su hermano y ella estuvieron perdidos durante varios días, y que fueron andando desde Ronda hasta Málaga. Vivieron de la caridad de la gente, que les daba algún mendrugo de pan. Ella solo tenía 5 años. Su hermano mayor alguno más. Su madre los encontró en la puerta de la catedral de Málaga, la alegría le produjo un desmayo. Su relato era estremecedor, recordaba los cadáveres hacinados en las cunetas de la carretera de El Burgo, y los constantes ametrallamientos de la aviación del ejército fascista. Queipo de Llano, el más sanguinario de cuantos generales tuvo Franco, se ensañó en esta tierra… El Pecho de la Plaza se llamó con el nombre de este verdugo hasta la democracia. ¿Qué pretendía con esta brutalidad ese personaje diabólico?, lograr que la población se atemorizara solo con escuchar su nombre, todo estaba permitido, y su acción fue fulminante, persiguió a todos los que tuvieron que ver con la democracia en Andalucía. Nada se escapó a los embistes de este asesino con sueldo. Mi abuelo (Julio Pardillo Oliveira) y dos de sus cuñados (Antonio y José Dorado Álvarez) sufrieron en Alcalá del Valle también esa virulencia descomunal, mi abuelo asesinado por un dedo mentiroso, su cuñado José torturado hasta la muerte. A Antonio Dorado, diputado en las cortes andaluzas, lo persiguieron hasta el hospital de Málaga y lo sacaron para fusilarlo. El pecado, proteger a las columnas de gente en las carreteras, donde fue herido. La consigna era aterrorizar, perseguir, eliminar, hundir, desmoralizar, demonizar cada obra del enemigo, ya fuesen ayudas humanitarias, educativas o médicas. Nadie podía ayudar al enemigo, aunque el enemigo fuese un niño de cinco años. Y todavía oigo con estupor la defensa del «todo vale en la guerra y el amor», pensando en que ese amor que les han enseñado debe ser parecido a una guerra. Los herederos de los supuestos vencedores de aquella guerra, que perdimos todos los españoles, todavía hablan con rencor enconado y me hace temer que el olvido de un pueblo haga repetir la historia.