
PEDRO ANDRADES
El Silencio es una de las procesiones más antiguas de Andalucía, la Madrugá solemne de Setenil. Cuando todavía retumban en los oídos los tambores del Jueves Santo que acompañan hasta casi la medianoche al Amarrado a la Columna, las penitencias se acercan hasta la ermita de San Sebastián y se produce la transfiguración de un pueblo tomado apenas dos horas antes por la bulla. Sus orígenes se remontan a 1551, y desde entonces procesiona la imagen del Cristo de la Vera-Cruz, una magnífica talla del siglo XVI oculta en un sudario con crespones negros.
Esta procesión es una celebración atávica, misteriosa, con el sabor añejo de la antigüedad, en la que las penitencias, muchas de ellas descalzas, abren paso a la imagen en un profundo silencio solo roto por el rezo del rosario, el canto del miserere y los versos de Vexilla Regis. Tras ellas, entre cuatro antorchas, el Cristo de la Vera-Cruz serpentea el pueblo desde el Peñón de los Enamorados con la única luz de la noche de primavera y el caserío blanco de Setenil. Este año contará con la novedad de la restauración de la ermita de San Sebastián, el primer templo cristiano de Setenil, alzado cuando aún el pueblo formaba parte del fronterizo Reino nazarí de Granada y ahora salvado de la ruina.





La procesión de El Silencio en Setenil es más un recuerdo vivido que una fotografía. Forma parte de la memoria colectiva del pueblo y son escasos los testimonios gráficos exhibidos de esta original manifestación religiosa. Arriba, algunas de las pocas fotografías que se conocen, obra del setenileño Antonio Sánchez. Abajo, aspecto actual de la recién restaurada ermita de San Sebastián.



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