CARMEN GONZÁLEZ GUERRERO
Fotos: ÁNGEL MEDINA LINARES
Este pasado domingo se celebró la III Marcha Solidaria organizada por la asociación Sonrisa Libre de Setenil. Fue un auténtico éxito, ya que participaron más de 300 personas, sin incluir a aquellas que colaboraron con su inscripción o en la organización de los actos deportivos. La Marcha es solo una pequeña muestra del trabajo que este colectivo, uno de los más activos del pueblo, realiza cada año para recaudar fondos que le permitan mantener viva una asociación que nació en 2011 con un propósito: estimular a unos jóvenes con capacidades diferentes para que puedan seguir aprendiendo a leer, a cocinar, a cuidar un huerto, a compartir el cariño, a vivir con normalidad, a ser más autónomos. Los hemos visto formando «marchosas» columnas de colores por el pueblo, posando en calendarios, detrás de la barra en la Feria, organizando charlas, vendiendo manualidades, macetas de Pascua o dulces elaborados por ellos mismos. En esta ocasión hemos querido acercarnos al día a día de Juan Ramón (22 años), Bárbara (19), Miguel (17) y Belén (28) en la clase del colegio de San Sebastián donde tienen su sede, para mostrar la utilidad y el mérito del trabajo diario de Sonrisa Libre.



Al llegar a la clase, lo que más me llamó la atención es la alegría que se respira, puesto que está todo adornado con colores y trabajos pegados en las paredes. Como me comentó Paqui Aguilera, la pedagoga, les encanta que se cuelguen sus trabajos. La clase está dividida en secciones como cocina, manualidades, deporte y trabajo, y la sección huerto situada en la terraza. Paqui se organiza para poder atenderlos a todos. Por ejemplo: mientras que Juan Ramón está en el huerto, Belén y Bárbara están en la zona de trabajo y Paqui trabaja con Miguel distintos ejercicios físicos.
En el huerto, han plantado varios alimentos como zanahorias, judías o fresas, que tanto le gustan a Belén, y después los usan para hacer distintas recetas los viernes en la cocina. Además, tienen plantas aromáticas como albahaca, romero o hierbabuena. Bárbara las distingue con tan solo mirarlas o por el olor. Es asombroso verles recoger cuando acaban de sembrar o de quitar las malas hierbas ya que dejan todas las herramientas en sus respectivos sitios y barren, dejándolo todo impecable.
Juan Ramón, por su parte, sabe perfectamente el orden en el que se siembra: mueve la tierra, pone la semilla, la entierra despacito y aprieta con las manos, lo que es un logro ya que no quería hacer actividades en las se ensuciase las manos. Poco a poco lo ha conseguido, siendo una muestra más de la importancia de la asociación y del trabajo que realizan cada día. Gracias a su esfuerzo y constancia también ha conseguido distinguir todos los números y escribir diferentes palabras y dibujarlas, favoreciendo su desarrollo y autonomía.
Miguel realiza distintos ejercicios de movilidad y fuerza con los que ha mejorado muchísimo, llegando a contestar a los estímulos exigidos por la pedagoga. Igualmente, lleva a cabo actividades visuales y auditivas favoreciendo dichos sentidos. Le encanta jugar con Paqui y que ésta imite a un avión mientras le hace los masajes en sus manos. También cuentan con una fisioterapeuta todas las tardes.
En el área de deporte, elaboran gincanas, distintos juegos para mejorar la coordinación y el ejercicio físico, y juegan al baloncesto, siendo un fenómeno el hijo de Ramón y Marisol. Y en manualidades han hecho árboles genealógicos, flores, murales o animales, que fomentan su creatividad e imaginación.
En esta visita he visto el gran esfuerzo tanto de los padres, la pedagoga, la fisioterapeuta y sobre todo de ellos, los protagonistas. Me llevo de recompensa las carcajadas de Bárbara, la imagen de la presumida de Belén, el perfeccionismo y la comparsa preferida de Juan Ramón y por último, la sonrisa de Miguel cuando escucha el sonido de su juguete. Volveré pronto.




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