PEDRO ANDRADES
La postal de Setenil que más se repite, nuestra imagen más clásica, es la representación del pueblo desde El Carmen o La Ventosilla: la fortaleza medieval de Setenil, con el imponente Torreón y la muralla del Lizón deslizándose por encima de la plaza y la calle Herrería. La fuerza de esa imagen ha relegado la otra cara de Setenil (la que vemos arriba), como si el pueblo diera la espalda a su historia más remota: esa visión desde El Cerro, con la plaza de la Villa y la portada de la Iglesia de frente, con la impresionante calle Calcetas en primer plano y un mayor protagonismo de Los Cortinales, que fue el antiguo Setenil hasta que la epidemia de peste del siglo XVII y el hambre ocasionada por los tributos militares provocaron su abandono y la expansión urbanística que dio origen al actual callejero del pueblo.
En la excelente fotografía de Juan Marín Ortega, que es todo un documento urbanístico de los años cincuenta, se aprecia la fachada blanca del templo de la Encarnación y la belleza de la plaza abierta a La Marchá, con las casas de un impoluto blanco. También se oberva, junto a la iglesia parroquial, el antiguo seminario que se ubicó en 1702 en el edificio mudéjar del Hospital de la Reina Santa Catalina construido por los Reyes Católicos tras la conquista de Setenil en 1484, y cuya peripecia histórica relata el admirado profesor Juan Manuel Suárez Japón en su libro sobre Setenil escrito en 1983 (página 41 y 42). La destrucción de este seminario (semejante en valor al antiguo Ayuntamiento -ahora Oficina de Turismo- o a la ermita de San Sebastián) para construir a finales de los sesenta los pisos de la Villa es el emblema del mayor atropello urbanístico (y hay varios sobresalientes) que se ha cometido en Setenil.
No hay más que prestar un poco de atención a la segunda fotografía que mostramos abajo, y que realizó también Juan Marín Ortega una década después, para constatar lo siguiente: primero, cómo se tapó hace menos de medio siglo la fachada original, que ahora se ha recuperado; y, lo que es más importante, cómo se cerró la plaza de la Villa y se cegó su comunicación con Los Cortinales, uno de los lugares desde el que mejor se divisa lo que hace único a nuestro pueblo: el meandro del Guadalporcún que le dio personalidad a Setenil, con esas maravillosas calles Jabonerías, Cabrrerizas y las abandonadas Mina y Calcetas.


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