
PEDRO ANDRADES
Setenil aparecía en 1968 en una guía de «Andalucía» (Editorial Clave), con imágenes del histórico fotógrafo Nicolás Muller y un texto introductorio del escritor gaditano Fernando Quiñones. Es un Setenil distinto, de cal en la paredes, suelo de piedras y de cantos rodados ya perdidos, con tejados necesitados y preciosas albarrás, con mulos para el transporte y fuentes para solucionar la carencia de agua corriente en los domicilios. «El encajonado Setenil». Así nos define Quiñones. «Pueblos encaramados, inmóviles sobre la soledad de los montes y del tiempo«, dice el escritor gaditano. Y ésa es la sensación de sosiego (o resignación) que nos transmite la fotografía de arriba, en la que Muller prefiere centrarse en la mirada de nuestra vecina antes que en la historia de un Torreón vencido por el tiempo, cobijo de calices y prisión ocasional.
Sosiego (o resignación) en el mismo año en que el mundo vivía su mayor convulsión desde la Segunda Guerra Mundial, con la guerra de Vietnam pudriendo la dignidad humana, los jóvenes buscando la playa bajo los adoquines en el Mayo francés, con Massiel luciendo la minifalda en Eurovisión, el hombre preparando su aterrizaje en la Luna y García Márquez publicando la historia de un lugar remoto llamado Macondo en sus «Cien años de soledad». Incorporamos estas fotos al banco de imágenes «Setenil en la memoria», donde podéis mandar fotos históricas del pueblo para que permanezcan en el recuerdo de todos.



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