
PEDRO ANDRADES
El geólogo Julio Pardillo, vinculado familiar y emocionalmente a Setenil, nos cuenta desde su conocimiento profesional y su experiencia personal la fascinación que siente por dos parajes de ensueño que tiene Setenil y que lamentablemente también están abandonados: las Cuevas Román y los escarpes del Río Trejo. El primero, antiguo barrio habitado, es desconocido para el turismo y para muchos jóvenes del pueblo. Hasta no hace tantas décadas vivían ahí algunas de las familias más necesitadas del municipio. Nos cuenta Julio que se podría aprovechar para fines de estudio de tipo antropológico y para ampliar la oferta turística, con un beneficio añadido para una de las zonas menos atendidas de Setenil. Con menos dinero del que se ha empleado en estropear algunas calles se podría hacer un paseo que comunicara La Ventosilla y las Cuevas del Sol por el cañón de las Cuevas Román, por esa ruta de antiguas lavanderas, de baños en el charco de la Viga…Descuido y negligencia es lo que podemos ver también en el camino ya vencido de los Escarpes del río Trejo a través de Peña Caída, donde los trabajos que se hicieron por la escuela taller son ya mero recuerdo de los años de bonanza de los que disfrutó toda la Sierra de Cádiz.

Por JULIO PARDILLO
Geólogo. Trabaja en el Centro de Investigaciones
Energéticas, Medioambientales y Tecnoclógicas (Ciemat)
No quiero dar una lección de geología o de geomorfología, solo quiero que os asoméis a una ventanita de lugares insospechados que poca gente frecuenta en Setenil, y mucho menos los turistas que pasean por sus calles estrechas. No quiero establecer comparaciones entre lo que tienen que ver y lo que han visto, solo quiero mostrar algunos rincones bajo un punto de vista diferente, pues los riscos, los escarpes y las gargantas “siempre” han estado ahí.
En Setenil los ríos Guadaporcún y Trejo han excavado profundas gargantas. Geomorfológicamente, a este fenómeno se le ha llamado “el encajamiento de un río”, porque el río se encaja en su cauce debido a la erosión que ha producido en la roca por la que discurre.
Este panorama geológico está lleno de lecciones, estamos a más de 600 metros de altitud y encontramos fósiles marinos. Esto no es extraño en la historia de la Tierra, de hecho las montañas más altas del planeta, allá por los Himalayas, están constituidos por sedimentos de origen marino. La subplaca de la India chocó en el pasado con el continente Euroasiático, la cicatriz que dejó son esa cordillera y esos picos.
Detalles del desfiladero de las Cuevas Román. Fotos de R.VARGAS, R. D. CEDEÑO y J.PARDILLO
Aquí ha pasado algo parecido, pero los sedimentos que se han levantado son los que había en un mar cercano, que separaba los continentes africano y europeo. Mi amigo Rafael Domínguez Cedeño me enseñaba un diente de tiburón fósil encontrado en La Ladera, cerca del Peñón de Los Enamorados.
Las rocas que forman estos paisajes son calizas arenosas, de origen mixto, químico y sedimentario, que se depositan en el mar. El nombre más correcto sería el de calcarenitas, para plasmar ese doble origen, arenas que se depositaron en el mar arrastradas por aguas de ríos más antiguos, y la caliza procedente de mares someros sobresaturados, que hicieron precipitar ese tipo de rocas. Unas cosas y otras dieron lugar a las calcarenitas.
La deformación de la orogénesis hace que los estratos se encuentren posicionados verticalmente. Las fuerzas de la Tierra han trastocado las capas que originalmente estaban en posición horizontal. Ese vigor ciclópeo, ese empuje brutal, ha movido millones de toneladas de piedra y ha volteado el orden primitivo, el natural, de las capas.
Las Cuevas Román.
En la zona de Las Cuevas de Román, antiguo barrio habitado del pueblo, desconocido para el turismo general, desaprovechado para fines de estudio de tipo antropológico, las evidencias nos pueden enseñar cómo vivían los habitantes setenileños más humildes, cómo hacían sus hogares, dónde cocinaban y qué cercano tenían el abastecimiento de agua, ya que allí se encuentran casas antiquísimas que permanecen en pie. Se reconocen cerraduras de antigüedad clara, con elaboradas formas, puertas de gran grosor, paredes voluminosas, viviendas estrechas y pegadas a la roca, a veces hace de techo y otras de pared, algunas de los siglos XIV y XV.

Muchas rocas aparecen caídas, se han desplomado por efecto de la erosión y el peso que hay sobre el vacío. El río ha erosionado tanto que el cauce aparece en un cañón estrecho cuyas orillas no pueden verse desde lo alto porque están hundidas en la misma roca.
La estructura también serviría de protección contra los meteoros naturales, por lo que mucho antes de árabes y cristianos, estas formas han acogido otras civilizaciones hasta donde se pierde la memoria. Los restos líticos así lo demuestran, hachas y flechas de sílex, morteros de piedra, tosca cerámica, de la que solo hallamos fragmentos, corroboran estas hipótesis.
En Las Cuevas de Román no hay que imaginar la oquedad dejada por la erosión, solo mirar hacia lo alto, como se acercan las rocas de una orilla a la otra en un abrazo que ya nunca va a producirse.
Con Juan Sánchez, y posteriormente con Rafael Domínguez, he visitado este barrio, donde las chumberas bordean el precipicio. Ahora se acumulan restos malolientes, plásticos, papeles, latas. Se utiliza como perrera o como gallinero, es un estercolero, pero debiera ser un lugar obligado de visita, un itinerario guiado. Las chimeneas de las casas viejas aún ennegrecen la roca, besan el techo pétreo que las cobija, otras construcciones languidecen y se van desmoronando con el tiempo. Al lado, nuevas edificaciones se sobreponen a las primitivas. Las paredes gruesas aguantan firmes el paso del tiempo. Alguien se ha entretenido encalando estas fachadas.
Un sendero, por el que una persona no se puede cruzar con otra, se interrumpe con piedras. Cuidadosamente se puede ver por donde continúa la senda que hemos traído. Entrar en determinados lugares necesita atención, precaución, cautela, reserva. Los pasos son angostos, los techados bajo la garganta de poca altura.
Escarpes del río Trejo.
En los Escarpes del río Trejo hay otras evidencias geológicas, ahora abandonados, en su tiempo tuvieron hasta un camino para visitar aquella área que construyeron, desbrozaron y limpiaron los alumnos de la Escuela Taller. Se puede observar una gran fractura, algunas de las rocas que se sitúan en aquella zona muestran unas estriaciones paralelas. Se les conoce como “espejos de falla”, enfrente aparecen “terrenos vivos”. No estamos asentados sobre roca firme sino sobre bloques caídos, cuya movilidad depende de la sustentación que tenga cada uno de ellos y las crecidas del Guadaporcún y del Trejo, de la arena que remuevan del fondo fluvial donde descansan los bloques.

Fotos: Rafael VARGAS VILLALÓN. Blog Setenil Rural.
Todos estos parajes llevan a la ensoñación. Los cañones, algunas veces, se abren de forma magnífica y dejan laderas largas donde se ha asentado el pueblo. Otras veces son reducidos y apenas se permite el paso de la luz, sirven de cobijo al ganado y a los hombres, florecen los cuentos y las leyendas sobre animales fantasmagóricos de bocas enormes.
Ladridos y dragones.
No tienen la suntuosidad de un palacio, no hay motivos regulares, no hay simetrías, ni rectas afinadas, ni segmentos cortantes, no existen adornos florales nada más que las de las adelfas silvestres y las efímeras que darán paso a los chumbos, pero no hay lugares que merezcan más requiebros, que se hayan construido con tantos matices. En la admiración de estas extensiones el deleite espiritual se alcanza a través de todos los sentidos, en la brusquedad de las formas, en la aspereza, en la rapidez de los cambios, en el colorido que muda de una hora a la siguiente, hasta el miedo de las sombras, con el crujir de los pajizos y el zumbido de los insectos. Los ladridos de los perros retumban entre las placas verticales de esta divina albañilería y es sobrecogedor cómo responden desde los peñascos los ecos de ilusiones vanas que representan canes con colmillos prestados por las estalactitas y estalagmitas de cristales rómbicos de aragonito.
Cuando éramos pequeños mi hermano Antonio y yo, llegábamos a Setenil ávidos de aventuras y al regresar a casa todos los días nos mostrábamos enfangados hasta las cejas. Mi padre le contaba a su suegro, Antonio Porras, que nuestra pasión era la de ser exploradores, que seguramente habíamos estado en el refugio de un dragón, y que ninguno de mis primos habría llegado hasta allí. “¿De dónde venís ahora?”, nos requería, y nosotros abrumados por la reprimenda que nos aguardaba le decíamos: “de aquí cerca, de Las Cuevas de Román”. “¿Lo ves?”, casi afirmaba. Cuando nos levantaban el castigo el primer destino era encontrar aquella guarida del dragón, ¡cómo se nos había pasado!
Puesta de sol desde El Carro.
Me he enfrentado a los atardeceres dorados desde el barrio de El Carro, donde el calor solano enciende las rocas y los Escarpes del Trejo aparecen en combustión lumínica. A través de la tarde se tornan rojos, las pasiones del ánimo se suceden en las pupilas y las hogueras de estas atalayas de piedra asemejan a los meteoros ígneos como los fuegos de San Telmo, mientras las hiladas de olivos se detienen al borde del abismo de estos prismas pétreos que adornan las fortalezas que acunan al Trejo.
Os aconsejo este paseo. Aguardad hasta el final de la tarde de un día soleado y contemplad esta puesta de sol desde El Carro. Subid luego hasta el Peñón de los Enamorados y paraos a contemplar como se encienden las luces en las casas blancas, luego podréis soñar con perros que ladran a dragones, y que estos, asustados, van dando con la cola en el suelo y abren serpenteantes rutas por las que discurren los ríos Trejo y Guadaporcún, en lo más recóndito de la Sierra de Cádiz.



Que hace la gente de este país viajando a ciudades llamadas majestuosas y desconocemos los entrañables rincones que tenemos en nuestra propia casa. Interesante artículo para abrirnos un pasado muy cercano que no debemos nunca olvidar. Cuentos a la luz de una candela, murmullos de niños jugando, manto chispeante de estrellas, croar de ranas en la noche. Son cosas cargadas de esencia que se nos están escapando y no deberíamos olvidar.
os felicito estupendo articulo
Muchas gracias, Rodrigo. A Julio se le nota lo mucho que le gusta este pueblo.
Muy bonito artículo, si duda lugares de ensueño. «Escuevas romá», llamamos aún hoy día a ese bonito lugar, donde no hace mucho tiempo recuerdo que era un recreo único en verano, con el gran Charco la Viga, quien no se ha bañado en él, Pedro y Gumercindo, encargados de velar por el lugar. Nosotros crecimos y, con nosotros se terminó una etapa en la cual nuestro Río jugó un gran papel en nuestras vidas y nos dejó grandes recuerdos únicos.
Y Peñacaía, Rafael, que me ha costado mucho escribirlo con todas las letras. Lo que está claro es que todo el mundo ve esos sitios con otros ojos cuando los recorre contigo. Maestro Rafael 🙂
Muy buen artículo. Quién no recuerda de zagal, el charco los caballos, la fuente Juan Caliente donde lavaban las mujeres, la solapa, la cual decían que se tragaba a la gente, el charco la viga donde nos bañábamos,el charco maría prieto. enhorabuena señores
Pedro, no te imaginas el gran beneficio que le estas haciendo a Setenil, te felicito por tu gran labor, con el paso del tiempo cada vez más gente se dará cuenta la ventana que le estas abriendo a nuestro municipio. Tenemos un potencial que la mayoría de la gente ni se imagina solo hay que poner los medios adecuados, interés, esfuerzo y dedicación para poder beneficiar al máximo a nuestro vecinos, tú estas haciendo un enorme primer paso sin el cuál todo sería imposible…. Tenemos que poner todos de nuestra parte para hacer de setenil un lugar único, para ello hay que apostar decididamente por el sector turístico y sentar las bases de un futuro incierto pero que puede llegar a ser realmente beneficioso para el municipio. Pienso sinceramente que es lo único que puede hacer que Setenil crezca y se desarrolle y o la gente espabila pronto por allí o perderemos la oportunidad de hacer de nuestro pueblo una referencia al menos de la sierra de cádiz.
Un Saludo y espero poder agradecerte personalmente el buen trabajo que estas llevando a cabo y sobre de la forma en que lo estas haciendo.
ese es mi hermano….(orgulloso el hermano pequeño de Julio, setenileño en la distante Extremadura)
Es para estarlo..
Me ha gustado mucho no dudare en visitarlo
Hola Julio. He arrancado unos minutos de mi tiempo para leer tu artículo y te tengo que felicitar . Tu descripción es rica en matices y consigue despertar el interes del lector. ¡Enhorabuena! A ver si vuestros políticos locales no actúan como los nacionales y se dan cuenta de que para salir de la crisis tenemos que mirarnos y ver qué podemos ofrecer y donde está nuestro «valor añadido». Este rinconcito gaditano creo que lo merece.
Muchas gracias Paco, a ti y a todos los que han leído este artículo. Tenemos que apoyar todos para ayudar a la gente de ese pueblo tan bonito. La idea de este «blog» es esa… fomentar el turismo, tratar de atraer a la gente a un destino que a mí me parece maravilloso, solo hay que comprobarlo in situ. Aquel entorno vale mucho. Un abrazo, Julio Pardillo
Hola Julio, te has superado.
Setenil es único y tú lo has retratado.
felicitaciones….
Felicidades Julio. Si además de compartir con nosotros un lugar tan mágico e interesante, te proponías también despertar en nosotros la necesidad de visitarlo, enhorabuena, lo has conseguido. Las imágenes, la anécdota con tu hermano, la pasión que le has puesto a la descripción, adornada de toda esa reflexión científica, demuestran que es un paraje que merece la pena visitar.
Muchísimas gracias, espero que NO te defraude el descuido con el que se trata a ese lugar, con el olvido institucional y si tienes la oportunidad de que te lo enseñe Rafael Domínguez Cedeño, te quedarás con la grata impresión de haber visto un sitio inimaginable.
Grandes recuerdos me trae a la memoria estos rincones gaditanos. Los he conocido gracias al autor de esta prosa, rica en detalles y amor sin medida, y a la hospitalidad de su mujer y su familia.
Cuanta razón tienes, Julio. Que hermosas son tus tierras natales, tierras nuestras ahora, y que abandonadas. Que bonito y sorprendente es Setenil, cojones. Ánimo en esta ardua labor de sacarle lustre a esta joya paisajística.
Una pena que no se cuiden más estos parajes porque son preciosos. Creo que cerca de las Cuevas Roman estaba «La Charca de María Prieto» que era mi bisabuela, aunque no lo sé con exactitud.
Hola Isabel! Gracias por tu comentario. Preguntaremos a los mayores por la charca de María Prieto. Te acompaño este artículo del blog de Mario Garcia Vargas que es un recorrido por el nacimiento del río en esa zona. Un saludo!! https://setenil.wordpress.com/2018/05/21/el-rio-de-setenil-una-vision-del-pueblo-desde-el-rio-primera-parte/